Mozart |
Parafraseando a Sabina, diré que la excelencia "es un rabo de nube que sube de dos en dos las escaleras". No hay excelencia. Solo hay intensidad bien entendida: en cómo se hacen las cosas, en cómo se sienten. Concentración en las intenciones, y deseos bien afilados, con su punta bien dirigida al blanco.
La "excelencia" es un concepto sobreabundante. ¿lo que está muy bien hecho?¿lo que nadie podría hacer mejor? Todo eso se vuelve humo, cuando se mira desde la perspectiva de hacer las cosas como uno mismo.Tampoco hay nadie que las haga mejor que tú, nadie es más tú que tú mismo, es de perogrullo.
El problema viene cuando uno se sale de sí mismo. Cuando quieres complacer a alguien. Cuando buscas evitar el castigo, la crítica, la falta de aprecio. Es una carrera sin final, nunca podrás estar seguro de ganar el galardón de excelente, porque procede del juicio de otra persona. y como tal es arbitrario, of course.
Si la pregunta es qué es la excelencia para mí...eso eres tú. Tú, total y absolutamente tú en todas tus partes. Tú todo el rato. Que no hay nada más difícil, por cierto. Sustraerse al tinte de aquellos con los que te juntas, de aquellos con los que te hablas, con los que te rozas. Y la intensidad resulta de ayuda. Es como ese viento que dispersa las hojas caídas que ocultan tu césped.
No quiero que seas excelente. Solo quiero amor para tí y para mí, para todos, para el agua, hasta para el arroz. Gentileza de trato, intensidad de sentir, apego uniformemente acelerado, hasta el infinito y más allá, lealtad firme, no alternante ni vacilante, no como la llama de un cabo de vela consumible, susceptible de apagarse ante el aliento helado de la desaprobación.
No necesito que seas excelente. Sólo necesito tu presencia, tu mirada en presente. El resto son las mil excusas para no prestar atención. "Carentes de sentido, calcadas de un patrón". No valen para nada.