lunes, 16 de septiembre de 2019

Ejercicio de paisajismo



Cuando uno llega al fondo del agotamiento, es como marearse, o llegar a un paisaje húmedo.
Hace frío, y todo está lleno como de niebla, los contornos de las cosas se difuminan y no distingues si es una rama de árbol o una garra. Puede que te sientes en una piedra llena de musgo y resulte ser una fiera. O que lo que parece un jirón de nube sea una casa. O que lo que parece un hombre sea un tronco o varias cosas amontonadas. O que veas con claridad indicios de lo que más miedo te da y luego resulte ser una liana, que luego resulta ser una serpiente. O que pases mil veces por sitios que ya has pasado buscando tu camino, o que  el camino que conoces con claridad de repente se pierda entre mil figuras iguales. O que caigas en agujeros o entre una manada de fieras.
Pero luego, la alerta se pasa de vueltas. La fuerza la abandona a una, y siente que no hay nada que una pueda hacer, y primero hay impotencia por no poder, o no saber hacer que esa fuerza vuelva cuando tanto se la necesita. Y después viene el abandono de la lucha. una cierta paz en la que una acepta que necesita descansar o morir.
Y es en ese momento preciso en que la bruma se aparta, que se puede ver con claridad el camino.
No es el momento de buscar el pequeño signo, si no se conoce su significado se puede perder el rumbo. Es el momento de subirse arriba de un árbol para recuperar el norte y el sentido de las direcciones. Recuperar las referencias sobre qué es esa forma que parece un puente, o aquella que parece un reloj de arena, darles su dimensión de realidad real, de manera indudable. Saber cuántas horas le quedan al sol de manera clara, o si es de día o de noche. (Esto del día oscuro y las noches en claro es de las cosas que más funden las cabezas). Para saber construir un refugio con tiempo suficiente, para saber si es hora de dormir o de caminar, organizar la cueva por dentro, encender ese fuego que nos salve la vida, recolectar para el invierno.
Hay veces que la opción buena es caminar durante tres días y tres noches para salir de una situación peligrosa antes de caer exhausto. Pero si la situación peligrosa va a durar más tiempo o no se sabe cuanto dura, hay que programarse el descanso y los periodos de recuperación, por supervivencia, no se puede conseguir agua, comida ni alegría ni deleite estando agotados.

Y como dicen los viejos proverbios chinos, vale más ponerte en los zapatos del otro que aventurarse descalzo, una sola indicación clara que cien días de andar buscando, una imagen más que mil palabras, una conversación sincera que diez mil días jugando a las cartas.
  "Una sola sonrisa tuya que un millón de días de enojo míos"