lunes, 20 de febrero de 2012

De Carnavales y Cuaresmas


Buenas. 



Cuando era pequeña, este cuadro me gustaba mucho. Tenía toda la imaginería necesaria para gustarme: ángeles oscuros, leones poderosos, caminos no se sabe a dónde..Me alimentaba lo mismo que las "leyendas" de Bécquer o los "Cuentos"  de Edgar A. Poe. Que "Las flores del mal" de Baudelaire. Entra en el mismo saco que  "La canción del pirata" de Espronceda,  ""Heroe de leyenda" de Héroes del Silencio o "Moonlight shadow" de Mike Oldfield...El sentido del drama con estilo. Doce, trece, catorce años como mucho..Supongo que si me hubiera pillado la época, habría entrado también Evanescence y yo habría sido como las hijas de Zapatero, gótica perdida. De hecho, acabo de acordarme de una levita marrón que tuve, con los cuellos de terciopelo. El perfecto atuendo para duelo. No faltaban los guantes de retar, of course. Ni el espíritu tampoco.

Este otro cuadro se titula "La Cascada", y es de René Magritte, como el anterior. Hubo una época en que  me gustaba mucho. Es un pintor surrealista al que me condujo Dalí, por supuesto. Era un surrealismo que yo denominaría mágico, es un poco como te imaginabas de pequeña las películas propias en la cabeza. O como los lugares que encontrabas en el bosque o en el parque para esconderte a jugar a que era un refugio.La parte de las hadas, elfos, trasgos etc. Del Señor de los Anillos, Narnia, La dama de Shalott, de los Cuentos Escogidos, de las leyendas de Camelot, Templarios y lady Greensleves. Qué pequeños hemos sido.

Todo esto viene a cuento, porque creo que ha llegado el momento de abandonar otra piel, y necesito ver que no es la primera vez ni será la última. Necesito abandonar la parte yin. La parte del sentido del drama que dice que uno va montado en el sentir como en una ola irreprimible y no puede hacer nada para ponerle coto. Mentira podrida.
Es cierto que tiene el encanto decadente del opio, que intensifica el placer, que intensifica el dolor, que intensifica la sensación de estar vivo. Que se pasa del cielo al suelo en un relámpago, y viceversa. Pero es mentira, no hay grandeza en el dolor. En bajar de nuevo a las puertas del infierno, al galope, en un trueno, estrellando la sensatez. Y aunque se coge práctica en encontrar la puerta de emergencia del inframundo, hay un momento para alumbrarse a uno mismo con luz de quirófano.
Como en los inviernos muy nublados, llega un momento en el que uno necesita claridad. Por su vida.
Llega la Cuaresma, y tras un último carnaval de rebozarme en la analítica de los sentimientos, empezaré una rigurosa dieta de no mirar lo que siento. No buscaré los mecanismos de mis congojas y gelatinas, dejaré de pasearme por mis paisajes interiores, que no conducen a ninguna parte. Aprovecharé en cambio para hacer en vez de decir, para hacer en vez de proyectar.
Perdonadme los que me apreciais si me vuelvo un pedazo de carne con ojos a la que hay que explicarle todo. Se me pasará también,



2 comentarios:

  1. Qué bueno Ana! Tranquila no te tendremos que perdonar nada, nunca serás un cacho de carne con ojos, ya sabes, lo cortés no quita lo valiente y la escala de grises existe. Recuerda que ya tenemos al sol de nuestra parte, y cada día que pasas más. Besitooooooooooos.

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    1. Que habitualmente no quiera no quiere decir que no pueda ser un cacho carne. Paso de los grises, precisamente es de lo que estoy saturada: de distinguir tonos y gradaciones de gris. De que si no es blanco todo sean pasos caminando hacia el negro. Me voy a atener al rojo, al verde, al azul. Y nada de azul marino, rojo inglés, verde hoja o verde menta.
      "Por sus frutos los conocereis"

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