sábado, 8 de septiembre de 2012

Demonios con la mejor intención.

"Escúchame...
Cuando te pido que me escuches y empiezas a decirme el porqué no debería sentirme de esta forma, tú estás metiéndote con mis sentimientos.
Cuando te pido que me escuches y tú sientes que tienes que hacer algo para solucionar mi problema, tú me estás fallando, por extraño que parezca.
Escúchame! Lo que te he pedido es sólo que me escuches, no tienes que hablarme, no tienes que hacer nada. Sólo escúchame.
Dar consejos es barato, lo consigues en cualquier programa de radio o TV.
Yo puedo hacer por mí mismo. No soy un inútil. Quizás estoy desanimado, o cansado, pero no soy incapaz.
Cuando tú haces algo por mí que yo puedo hacer por mí mismo, tú estás contribuyendo a mi sensación de miedo y de no estar bien.
Porque cuando tú puedes aceptar el simple hecho de que yo sienta lo que siento sin importar lo irracional que fuera, entonces yo puedo parar de querer convencerte, y usar mi energía para explorar lo que hay detrás de mis emociones. Cuando esto está claro, las respuestas son obvias y yo no necesito consejo.
Los sentimientos irracionales tienen sentido cuando entendemos lo que hay detrás de ellos.
A lo mejor es por esto que las oraciones a Dios funcionan, pues Dios es mudo y no trata de dar consejos o arreglar situaciones.
El/Ella simplemente escucha y te deja hacer tu trabajo solo.
Por tanto, por favor, sólo escúchame..
Y si quieres hablarme, espera un minuto y yo te voy a escuchar"


...obviamente, para eso hace falta ser todo un dios.
Este escrito lo encontré en el tablón de anuncios de un albergue de un pueblo perdido en el camino de Santiago. Lo considero un regalo valioso. Cuando lo leí me recordó a un refrán que dice "las peores obras son las que están hechas con la mejor intención". Efectivamente, no basta sólo la mejor intención, también hay que saber cómo hacer las cosas bien. Y saber escuchar es una de las artes más difíciles que se dan entre los seres humanos. No oir, no. No entender, tampoco. Sólo escuchar. Sólo recibir. La mayoría de la gente toma el mando de la situación cuando les cuentas tus cuitas. Por eso hay tanta gente que evita contar sus emociones, porque realmente hay otras personas que lo entienden como debilidad y autorización para tomarte la posición. Con lo sencillo que sería sólo escuchar y ya. Pero la mayoría de la gente siente incomodidad frente a la desdicha ajena, y buscan resolver esa incomodidad de alguna manera: aconsejando, haciendo, diciendo, disculpándose, evitando....
Y con el amor y los hijos la cosa se complica aún más.
Hay mucha gente enamorada que se dedica a convertir su amor en un sufrimiento porque saben darlo todo, pero desgraciadamente no saben escuchar el amor del otro. Podrían morir y matar por sus amad@s, pero no recibir lo que sale de ellos. De tanto dar  abruman a sus parejas, les despersonalizan, les reducen a la condición de espectadores sentimentales, a la espera de su turno de actuar en su obra común de amor. O peor aún, les reducen a la condición de atrezzo en esa misma obra, en una excusa para el monólogo romántico, como la calavera de Hamlet.
Esta gente enamorada, en busca de ese amor que no saben percibir, intentan dar ejemplo de cómo amarles,  dando y dando y dando hasta el agotamiento. Cada vez más hambrientos y secos, exigen a sus parejas que les devuelvan el amor del que se están vaciando. Así llega el momento en el que, extenuados emocionalmente, los amantes han de separar sus caminos. Y sólo por eso, sólo porque alguien no supo recibir amor, sólo porque pensó que todo su amor sería suficiente. No dejeis que os pase nunca, es una mierda.
En esta sociedad, parece que cuando quieres algo tienes que luchar por ello, ser proactivo, guerrear, luchar, sufrir. Resistir el cansancio, el desánimo, el miedo, la tristeza, la frialdad, los golpes, los días grises, las traiciones... para lograr conseguir y merecer el deseo anhelado. Y la pura verdad, es que en mi experiencia, lo mejor de la vida llega desde el regalo: las manzanas en los árboles y las moras en los zarzales, los mimos sentidos, el olor tibio del bebé, el abrazo o lengüetazo del hermano humano o animal, el deseo y/o el amor del amante amado, la risa compartida con el amigo, el sol en la cara, el agua fresca, el viento en las alas...
Y toda esta riqueza llega por el simple método de aceptar el regalo con amor y agradecimiento.
Nada más que eso. Ni nada menos.
Resulta demoníaco que mucha gente no sepa recibir porque dudan del hecho esencial de ser amados porque sí, por existir, por ser quien son. Nos creemos que el amor es algo que se hace, algo que se gana, no algo que sucede. Parece que si no hacemos nada por merecerlo no tenemos derecho a nuestra cuota de amor y ternura.
Y es demoníaco que mucha gente no sepa dar ternura sin debilitar al otro. Necesitan de las desgracias de su amad@ para sentirse necesitados en la adversidad, de su miedo, de su desorientación o torpeza, de su enfermedad...
Realmente no sé cómo tanta gente se atreve a flirtear unos con otros, con lo fino que hay que hilar. Inconscientes, que son unos inconscientes, benditos sean.
Os dejo una canción, hala, que os la habeis ganado.
Is this a kind of magic? The bell that rings inside your mind...

2 comentarios:

  1. Cuanta razón más bien expuesta Ana. Me recuerdas las palabras de Sebastián "no me aconsejes que sé equivocarme solo".
    En fin, las emociones vienen sin librito de instrucciones.

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  2. JE JE...sin manual de instrucciones, dices...sólo una: "suceda lo que suceda BANZAIII!!!! (y ese que está en la cama con mi mujer soy yo)" ;D

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